ACOMPAÑAR PARA TRANSFORMAR EL SUFRIMIENTO EMOCIONAL

Taller sobre la muerte y el duelo | durangon.com

Hoy me gustaría compartir con vosotros/as esta carta que me ha emocionado mucho de José Luis Guinot Rodríguez Médico Oncólogo Presidente de la Asociación Viktor E Frankl de Valencia. Dice así:

Estamos viviendo una experiencia única que va a marcar el futuro, que va a dejar una impronta en varias generaciones. La pandemia está provocando sufrimiento en muchas dimensiones. La persona es única, pero se puede mirar desde distintas perspectivas que nos caracterizan como humanos. La dimensión física se ve amenazada por la enfermedad y el dolor. Pero esta crisis sanitaria no se caracteriza por afectar profundamente al cuerpo y deteriorarlo. Los miles de muertes y de ingresos en situación de gravedad son ciertamente impactantes.

 Y podemos esperar que durante meses seguirán habiendo casos, pero, con el esfuerzo de medidas de protección personal y colectiva, con una intensidad que sea asumible por nuestro sistema de salud. El dolor físico y el sufrimiento por la enfermedad son evidentes.

La dimensión emocional está siendo mucho más alterada, pues está afectando a millones y millones de personas. Las emociones son nuestra manera de reaccionar frente a los estímulos externos, y en un primer momento provocan malestar, susto, pena, miedo, llanto, confusión, desencanto, rechazo, enfado, asco, o bien asombro, ilusión, risa, paz, gratitud, bienestar… Esa reacción inicial, que podemos experimentar al oír una noticia, hablar con alguien o asomarnos a aplaudir, es interpretada por cada uno de forma diferente.

Tras un mes de cambio vital en toda la sociedad, hay sentimientos de cansancio, agotamiento, incertidumbre, vulnerabilidad, miedo, impotencia, tristeza, incluso de ira y rabia. Son sentimientos negativos, en cuanto nos producen sufrimiento. Todo sufrimiento es siempre una alerta de algo que no va bien, como el dolor avisa de que algo no funciona y requiere hacer algo para solucionarlo.

Un primer ejercicio que podemos hacer es examinar cuales son nuestros sentimientos, para saber qué es lo que no va bien, qué es lo que nos causa ese malestar emocional, ponerles un nombre, afrontar la realidad de lo que nos sucede. Porque en ese momento podemos enfrentarnos y decidir actuar, hacer algo para cambiar lo que nos angustia. Si no, el sufrimiento se hace crónico, se convierte en una enfermedad. Y eso desencadena sentimientos mucho más preocupantes.

 El miedo se transforma en pánico, la decepción en frustración, la tristeza en abatimiento, la rabia en resentimiento y hostilidad. Hemos de hacer lo posible para usar esos sentimientos, que nos invaden negativamente, como un trampolín para actuar, un acicate para dar un giro a nuestra forma de vivir, transformando el sufrimiento emocional en amor concreto y práctico a quienes nos rodean, una tarea a desarrollar, una actitud de reto y lucha.

¿Pero de dónde sacamos las fuerzas? Los seres humanos no estamos solos, necesitamos del otro, del contacto y afecto de otras personas con las que compartimos la vida. En el ámbito familiar, laboral, social, de ocio, de proyectos, compartimos experiencias que nos hacen ser algo más juntos que cada uno aislado. Como sociedad, cada vez más interconectados, estamos pasando ya de una visión individualista a una colectiva, vamos reconociendo que nos realizamos en la medida que formamos parte de un proyecto compartido, de un “nosotros”. El sentimiento negativo es algo personal, que cada uno experimenta, pero enfrente de mí, a mi lado, tengo otras personas con sus propios sentimientos y debilidades, cada uno luchando por escoger su mejor actitud para afrontar las adversidades.

Es esencial que ante la incertidumbre del futuro y el malestar emocional que la pandemia de COVID-19 ha instalado en nuestras vidas, busquemos el apoyo de personas que nos ayuden a cambiar la actitud ante los sentimientos que nos provocan sufrimiento emocional. Y cada uno que apoya debe ser a su vez apoyado. Es un acompañamiento mutuo que refuerza la capacidad de resiliencia, de resistir y llegar a ser capaces de resurgir más fuertes, más conscientes, más realizados cuando la crisis llegue a su fin.

Estamos viviendo muchos duelos, algunos muy reales e inmediatos por muerte de seres queridos, que van a requerir un gran apoyo por psicólogos y otros profesionales. Esa labor sigue siendo esencial. Pero la mayoría de las personas estamos viviendo un duelo anticipado ante lo que está por venir. Si no lo gestionamos bien, pueden atraparnos los sentimientos negativos que nos dejan en la inacción. Ser conscientes de la dura realidad que aún ha de venir, a nivel mundial, debe prepararnos para responder con serenidad a cada nuevo reto, transformando ese sufrimiento emocional con el apoyo de otros.

Una primera y esencial tarea, de las muchas que nos esperan, es comenzar ya ese acompañamiento y apoyo a quien tenemos cerca para vencer el desánimo y conseguir una actitud resiliente, y ser más capaces de encontrar un sentido a esta tremenda experiencia que estamos viviendo.

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